He sentido cómo la matemática de ciertos sonidos se convierte en sentimiento.
He sido testido de cómo las culturas hacen el amor, formando un todo difícil de diferenciar, y aun así diferente.
Hablar de la música de Adolfo, es hablar de historias de razas, de muchas voces entremezcladas.
He visto cómo unas manos a un generoso piano, pueden hablar tantos sonidos, desde la armonía de un discurso infracturable.
He oído la Torre de Babel de la comprensión.
Me desgarraron los gritos de un saxo insatisfecho, buscando y buscando sentirse mejor, y decir lo que necesita decir.
He vibrado por un bajo viril, lleno de profundidad, volando por la superficie de lo ventral.
Y he vivido muriendo, al sentirme inundado por los platos y parches de un arreglo tan redondo como el mundo.
Hablar de la música de Adolfo, es observar una flama que sólo quema a unos elegidos. Aquellos que viven, casi sin nacer. Porque viviendo es como nacen en cada nota, en cada acorde.
Parece ser que los músicos, cual árboles, crecen hacia el norte, pero sus raíces se mantienen en el sur.
Disfruté, escondidamente, la necesidad de no definir. De sólo sentir.Cómo alguien puede osar tratar de entender, si sólo sintiendo se entiende.
Podría hablar de jazz. Sería poco. Podría hablar de flamenco, sería quizá más cercano, pero bastante lejos de un horizonte comprensible sólo por la ortodoxia del corazón.
Podría hablar de tango, pero el maestro Astor me llamaría la atención, con cierto grado, sí, de contemplación y agrado.
Cómo hablar de la música de Adolfo, sin adentrase en un laberinto de sangres y de razas. De mixturas y texturas. De vértigo. De búsqueda. Una cualidad de algunos pocos en el hacer y el de muchos padecer.
He sido cómplice lejano. Y sin embargo, su música me atrapó en un universo de figuras sin miedos.
He sentido, desde el placentero dolor, cómo el tango, mi tango ancestral y codificado, me confesó, susurrante, su pequeña envidia.
Gracias, Adolfo, por tu alma.
www.adolfodelgado.com
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