Tuesday, December 19, 2006

Temo. (que es el apócope de te amo)

Busco abogado.

Quiero demandar a Dios.

Por la finitud de la carne y sus códigos de estética.
Por haber hecho al mundo redondo, y sin embargo con tantas aristas.
Por hacer las estrellas tan lejos.
Por dejar que el hombre sea responsable de repartir.
Por haber hecho los colores, dejando que ellos sean los detestables indicadores de la discriminación.
Por haber hecho que me criara en un país y que viva en otro.
Por hacer que la belleza del mundo se vea opacada por las atrocidades del mundo.
Por hacer a la humanidad con tanto poder, como desarrollar lo más hermoso y lo más horrendo a la vez.
Por hacer del llanto de un niño lo más atroz, sonoramente hablando.
Por habernos empobrecido en nuestras capacidades de hacer y transformar, escudándonos en las frases “si Dios quiere”, “Quiera Dios”, “Dios mío”, “Por el amor de Dios”, etc.
Por dejar que una lucidez carísima nos lastime al darnos cuenta de tantas cosas.
Por el hambre selectiva.
Por las caries.
Por dejarnos hablar de libertad, cuando somos presos de una cultura dictatorial y cristiana.
Por dejar que arbolitos dejen su crucial responsabilidad, para convertirse en iconos navideños.
Por dejarme cumplir años sin cumplir sueños.

Hoy quiero demandar a Dios.

Por cada una de mis lágrimas y por las lágrimas de muchos otros.
Por mi enojo.
Por mi tristeza.
Por haberme hecho ateo.
Por esta carrera del quiero pero no puedo.
Por poder y no querer.
Por querer y no poder.
Porque sí, porque se me canta.
Quiero demandar... Necesito demandar...
Para poder aliviar, de una vez por todas, mi grado,
mi absoluto grado de responsabilidad.
Y quiero demandarlo, con todo el dolor del mundo, por no existir.

Wednesday, December 13, 2006

Ayer mi hija tenía apenas un añito...




Ayer mi hija tenía apenas un añito y algo. Ayer, sólo. Hoy tiene casi 18.

Vivo en España, desde casi 6 años. Y ella, en Argentina. Hemos forjado una relación, a veces con fórceps, desde la distancia. Nos hemos visto en este tiempo de separación. Pero las palabras son inescrutables. Y separación significa separación. No se pueden ver las cosas desde lejos, como si estuvieran cerca.

Mi hija se ha hecho mujer. Intempestivamente. Sin darme cuenta. Sin mi permiso. Qué ley es esa que nos condena a los padres a quedarnos atrás, aun corriendo. Como subir por una escalera mecánica que baja.

Hija, te miro y gozo y me asusto. Se me mezclan los más desconocidos sentimientos. Me acuerdo de tu asexualidad de bebé. Y mi sangre, con olor a tu ropita, a tus infantiles colonias, se mezcla con lo irrefrenable. Con tu condición de mujer. Ya no te puedo alzar a upa. Ya no entrás con todo tu cuerpito en mis brazos. Ya no me pertenecés.

Las frase maldita llegó: “... ya sos grande, toda una mujer...”. Aunque creo que las mujeres ya nacen mujeres. Y nosotros, los hombres, los padres no lo sabemos. O no queremos saberlo.
Qué loco que en la misma persona, yo pueda decirte hija mía y no mujer mía. Las niñas pueden pertenecer mientras no tienen tetas o hasta que les viene su primera menstruación. Es ahí, magnífico momento, en que las mujeres dejan de pertenecer a nadie. Ya son mujeres. Y quizá no lo sepan.

Pero qué pasa con nosotros, los padres, hombres al fin. Cómo se hace para metabolizar semejante realidad. Mi hijita, aquella con olor a biberón y patitas chiquitas, quedó blindada por esta mujer de olores diferentes, de mirada de mujer, de actitud de mujer.

Aunque nos cuentes aceptarlo, los padres no sabemos de hijas, y mucho menos de mujeres-hijas.

Mi hija ayer tenía algunos días, meses. Ayer, tan solo. Y hoy es una mujer. Para el mundo. Para su futuro. Para otro hombre, que nunca sabrá del significado de mis palabras.

Debo reconocer que este instante diminuto de universo, en el que se me escapó su trayecto a la adultez, en ella es un pedazo gigantesco de momentos, y de física-química, de dolor. De haber tenido que hacerse mujer sin este hombre al que su memoria emocional llamará por siempre papá. Aunque elija a su hombre sobre esta base.

Mi hija ayer tenía un añito y pico. Hoy ha crecido. Se hizo mujer.
Pero yo, su papá, me hice niño.

Wednesday, December 06, 2006

A quien corresponda:


De mi mayor consideración:

Estoy seguro de que ésta es una situación igual a muchas, a muchísimas, a demasiadas...
Pero es la mía. Y me duele. Y me duele que me duela. Y me duele que le duela a otros.
No sé quién repartió las barajas en esta biocrática humanidad. Pero quien lo hizo se equivocó. Y lo que es peor, se equivoca constantemente.
Tengo 45 años. Sí, soy pecador. He crecido. Madurado. Para muchos, demasiados, envejecido.
...Y yo que me enorgullecía de mi madurez. Hasta escribí una vez: Madurez:"Momento en la vida en que, por fin, se logra utilizar la inteligencia en lugar de la fuerza."
Estoy en España desde hace 5 años. Abandoné mi por siempre amada Argentina (qué se le va a hacer). Vine con ilusiones, con desgarros, con muchos miedos, ochocientos dólares y cuarenta años.
Vine con el peso de las responsabilidades por sobrevivir dignamente y poder brindar dignidad a gente que quedó y que confió en mi locura. Locura... Locura... Querer estar mejor, querer hacer más y mejores cosas, con expectativas profesionales y personales. Vine a crecer y hacer crecer. Vine a madurar. Qué aspiración la madurez, ¿no? Y debo confesar algo muy importante. Lo logré. Maduré. A fuerza de pensiones, de objetivos claros, de tristeza, de miedos, de esa lucidez que cuesta cara. Y,sí, maduré.
Pero lo que se gestó como un proyecto positivo y lleno de la energía que genera el deseo, algo grande que alcanzar, resulta que hoy es el amargo resultado de esa mano de naipes que alguien inescrupuloso ha dado.
En mi vida he hechos muchas cosas. Mi profesión y el ejercicio de ésta, en diferentes ámbitos, me han dado una experiencia profunda. Y me han ayudado a reconducir, aunque sea un poco (que ya es bastante) las travesuras que el destino juega, por supuesto en contra.
Mi osadía, mi cabezadurez y mi tenacidad han sido aliadas. Y también haber madurado. Una vez más. Lo que me ha significado poder enfrentar los mismos conflictos, las mismas encrucijadas, de diferentes maneras. Prueba insoslayable de que uno ha madurado.
Hoy, sintiéndome maduro, me asusto como un niño frente a lo que provocan mis 45 años. Mi capital de vida. En esencia, lo único que poseo de verdad.
Pero no es así para la mesa en donde se juegan las partidas de alguien que baraja y que reparte muy mal.
Busco trabajo. Adjunto mi CV. Soy bueno. Soy creativo, me hice en el área. Crecí. Y también me desarrollé en las áreas ejecutivas. Y maduré. No por tener 45 años. Pero éstos son mi más genuino talonario de comprobantes.
Y sí tengo 45 años. Y sigo buscando mi lugar. En esta región de gerontes-gerentes de mi edad.
Maduros y vividos y por vivir. Estudiados y estudiantes. Con mucho para dar. Pero sufridos por tener que reconvertir de golpe y a golpes, el concepto de que lo que nos enseñaron como virtud, hoy es un abominable defecto.
Reciban mi más sincero saludo.

Sunday, December 03, 2006

Espera.


Mientras saco mis vísceras al sol,
Mientras trato de comprender,
Mientras seco mis lágrimas secas,
Mientras trabajo de luna a luna,
Mientras existo en silencio,
Mientras el deseo se coagula,
Mientras lo días pasan,
Mientras en mí entras,
Mientras transpiro preguntas,
Mientras mi ceguera se clava en tus ojos,
Mientras bombeo broncas,
Mientras se vence el semen,
Mientras envejece la bronca,
Mientras escribo invisible,
Mientras extraño lo extraño,
Mientras resisten mis piernas,
Mientras reviso el aire,
Mientras escucho la montaña,
Mientras me completo de a trozos,
Mientras pinto en diferentes dolores,
Mientras. Tanto.

Código Rojo.




Un día, pasó algo sombrío.
El color rojo comenzó una aniquilante misión de asesinar a otros colores.
El azul fue su primera víctima. Culpóselo de infinito, de tranquilizante, de generar las más interminables miradas. Autmáticamente, el blanco fue otra presa. Justamente por asociarlo al azul en su infinitud. Por ser su socio. Y por ser padres del celeste. Que a la desaparición de los dos primeros, quedó huérfano de existencia.
El salvaje proceso cromático continuó su objetivo letal.
El verde fue otro blanco. El marrón fue enterrado para siempre. Al negro, con mentiras llenas, quedó encarcelado, en condición de cadena perpetua, en la ausencia.
Y así el amarillo fue apagado. El naranja desahuciado de su energía.
El violeta, violado y mansillado. El gris fue condenado por mediocre.
La policromía, devastada en un ritual pálido y brutal, fue teñida sólo de rojo. Diferentes rojos, sórdidos, comenzaron un danza monocromática e indescifrable.
Y así fue que hubo cielos rojos, campos rojos, mares y océanos rojos. Pero todo dejó de ser lo que era.
El cielo no puede ser rojo. El campo no puede ser rojo. Los mares y océanos no pueden ser rojos.
Un día, el rojo, que ya no era un color, pues era único, comenzó a llorar. Lágrimas rojas. Pero el rojo no pudo verlas, ya que eran invisibles ante su rostro también rojo.
Su vida fue triste. Y no sabía por qué. No podía ver nada. Estaba ciego de rojo. De todo rojo. Las cosas desaparecieron para fundirse en un rojo colosal, universal. No hubo estrellas, excepto algún planeta, rojo claro, pero que no podía verse, dadas las faltas de contrastes.
Rojo de tristeza y furia a la vez, una roja noche salió corriendo hacia un rojo y desconocido destino, tal fue la violencia de su sacudida carrera que se lastimó con unas alambradas rojas de un rojo campo, claro no pudo verlas. El rojo se hizo una herida muy profunda. De allí salían borbotones de sustancia roja. Pero el rojo sólo sintió el dolor punzante y ardiente, sin poder precisar en dónde estaba la herida, puesto que todo era monotónico e indiferenciable.
La desesperación fue inmensa al no poder ubicar el bermellón tajo. Así fue desangrándose. Así fue apagándose en su tono. Así murió.
En ese mismo instante, salió esplendoroso un arco iris. Todo volvió a la polícroma normalidad.
Como por arte de magia. Los colores volvieron a aparecer. Los universos y los paisajes renacieron en todo su colorido esplendor. Pero faltaba algo.
En una junta extraordinaria de los colores primarios (menos el rojo), se hizo un análisis exhaustivo de lo ocurrido. Y fueron sabios, generosos e indulgentes. Tanto, que determinaron, a pesar de la aniquiladora experiencia, que el rojo podía, debía, participar. Entre algunos de ellos, mezclándose con precisión, lo volvieron a la vida.
A sola condición de un castigo, que éste llevaría para siempre.Cuando se vea al rojo, todo el mundo pensará en peligro.