Hoy es mi cumpleaños.
Y no, no estoy feliz. No sé bien por qué. O quizá sí. La cuestión es que descubro en esta fecha, “tan feliz”, una serie de controversias difíciles, para mí, de metabolizar.
Sinceramente, no sé el origen de esta sensación. Mitad felicidad, mitad conflicto.
Será que cada año renovamos sin querer ese traumático paso de lo calentito, de la seguridad uterina, de nueve meses de ocio biológico, del no preocuparnos por nada, por ese mágico momento, primero en nuestras vidas, en que nos echan, nos despiden, nos sacan tarjeta roja, de semejante Edén... Nacemos.
También me surgen cuestionamientos. Por ejemplo, el festejo de nuestro primer cumpleaños. Por supuesto, no me acuerdo. Pero hoy puedo ver a la distancia, que es el primer acto de ideologización por parte de los adultos que nos rodean. Creo que es la primera gran mentira a la que nos vemos expuestos sin ningún tipo de defensa. Cumplimos un añito, y nos quieren hacer creer que es para festejar. Ya, en ese preciso momento, nos cagaron. Es como querer convencernos de que estaba bien habernos desalojado del mejor lugar que hasta ese momento estuvimos. Sin pagar alquiler, sin compartir piso, sin lavar ropa o platos, sin olores a pieza mixturados con razas.
Es la primera vez que, con tortita y velita, nos venden una hipócrita ilusión. No puedo dejar de pensar en esa película que vi hace un montón de años, y que me dejó la cabeza como un tambor, un “tambor de hojalata”.
Luego vendrán otras ilusiones, del mismo modo destruidas bajo el concepto de que la vida es así. Papá Noe no trae regalos. Los Reyes son los padres. El amor no es para siempre. Los amigos traicionan en su condición de humanos perfectamente imperfecto. Los padres no tienen todas las respuestas, y mucho menos van a poder respaldarnos de por vida.
Creo que ya es hora de ser un poco más honestos. Con seguridad, dolorosamente honestos. Hace mucho tiempo aprendí un concepto que no sólo desmoronó las pocas respuestas que hasta ese momento tenía, sino que me acomodó la cabeza como una trompada: “No importa si es buena o mala, la información debe ser cierta”.
Este concepto no se adaptaba a nada por mí conocido. Era mejor la más maquillada mentira, que cualquier verdad por más blanda que fuera.
Y así comenzamos a ilusionarnos y desilusionarnos, con la velocidad de la vida, forzosamente convencidos de que la vida es eso, el desilusionarnos constantemente.
Propongo, entonces, diseñar de nuevo. Asumir responsabilidades. Ser más generosos. No hace falta mentir para descubrir verdades.
Veo en estas fiestas, la cúspide de nuestra estupidez cultural. Llena de luces y comidas. Gente desenfrenada comprando el maquillaje perfecto (perfecto?), para seguir encubriéndonos, en nuestra infancia, lo infame de esa mentira original. Atragantándonos con juguetes, ruidos y plástico.
Estoy seguro de que podemos hacer otra ingeniería. Otra manera menos traumática de crecer y multiplicarnos. De esta manera no haría falta descubrir la teatral mentira de los Santas y Reyes, si no las transmitiéramos de esa forma tan desalmada. Somos nosotros, lo adultos, los que necesitamos creer por esa herencia que a nosotros también nos inculcaron. Arbolitos, regalos, fantasías sin alma.
Tomemos la responsabilidad histórica de terminar con todo eso y comenzar otros caminos, menos dolorosos y más firmes. No hace falta hablarle a un crío como si fuera un idiota, porque seguramente será un adulto que necesite de por vida que le hablen como un idiota. No hace falta que nos golpeemos con esos descubrimientos tan duros, en pos de nuestro hacernos grandes. Podemos festejar, podemos ilusionarnos, podemos tener magia en nuestros ojos. Podemos sentirnos estimulados por colores y fuegos de artificio. Podemos compartir con amigos, con familias, con conocidos o desconocidos, las ganas de que el futuro sea mejor. Pero desde la propia seguridad y confianza que dependerá de nosotros. Y que este principio sea tan o más potente que cualquier fantasía mercantilista. Podemos portarnos bien o mal, a elección, sin temor a ese vacío que genera estar solos en estas fechas. Sin tener que brindar por estas fechas. Sin tener que comer una vez al año lo que consideramos el menú ideal.
Hoy es mi cumpleaños. Nací el dos de enero. Después de las fiestas. Unas fiestas que pasé con mi compañera, con amigos y austeridad. Sentí la cercanía de los que tenía cerca. Pero también sentí la lejanía de los que tenía lejos. Y todo por estas fechas. Por que nos han condicionado a preestablecer lo que se siente en la última porción de un diciembre, caluroso o frío, pero de igual atermia de contenido real.
Esta mañana, dos de enero, mi mujer, mi compañera de ruta de esta vida, me miró con ojos especiales, me abrazó y me dijo “feliz cumpleaños”.
Y no es por contradecirla, ni por contradecir a nadie, ni a la cultura, ni a las crianzas, ni a los preceptos. Pero confieso, que este día, mi cumpleaños, es el menos feliz de todo el año.
Pero no importa, me quedan otros 364 más.
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2 comments:
Leo tu "esquelita" sobre tu cumpleaños...Se bien cual cómo es esa sensación...
El otro día escrito en una pared leí un grafiti que alguien muy filóso escribió " vivir, te cuesta la vida..." Me pareció que alguien con mucho seso en su cabeza se le ocurrió pensar profundamente. Tendríamos que ir borrando los recuerdos cada vez que se nos ocurre vivir 365 días más. Olvidar lo que se fué, puesto que realmente solo nos queda el resto y la experiencia (como decía Bonavena) es como un peine que te regalan, cuando ya no tienes pelo.
Pero por desgracia en la vida solo nos queda seguir viviendo y procurar hacerlo bien.
Nunca me han parecido lindos mis cumpleaños, no recuerdo ninguno
y tampoco quiero hacerlo. Realmente hasta me molestan un poco pues todos los días son cumpleaños y no es necesario esperar un día determinado para desear la felicidad. Todos los días son buenos o mejores.
De todas las maneras, recordando los meses antes de tu nacimiento, cuando soñaba con una imagen que no conocía y te sentía moverte en mis entrañas y pedía para ti, toda la dicha del mundo...Por todo ello y por tu vida
te deseo seas feliz...contigo mismo.Que Seas feliz hijo mío, que seas feliz. Te quiere mucho tu mamá
No tuvo mucho seso... Una letra de los redonditos de ricota dice "Vivir no sólo cuesta vida". Es menos obvio que "vivir cuesta vida" y más sesudo...
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