Wednesday, December 13, 2006

Ayer mi hija tenía apenas un añito...




Ayer mi hija tenía apenas un añito y algo. Ayer, sólo. Hoy tiene casi 18.

Vivo en España, desde casi 6 años. Y ella, en Argentina. Hemos forjado una relación, a veces con fórceps, desde la distancia. Nos hemos visto en este tiempo de separación. Pero las palabras son inescrutables. Y separación significa separación. No se pueden ver las cosas desde lejos, como si estuvieran cerca.

Mi hija se ha hecho mujer. Intempestivamente. Sin darme cuenta. Sin mi permiso. Qué ley es esa que nos condena a los padres a quedarnos atrás, aun corriendo. Como subir por una escalera mecánica que baja.

Hija, te miro y gozo y me asusto. Se me mezclan los más desconocidos sentimientos. Me acuerdo de tu asexualidad de bebé. Y mi sangre, con olor a tu ropita, a tus infantiles colonias, se mezcla con lo irrefrenable. Con tu condición de mujer. Ya no te puedo alzar a upa. Ya no entrás con todo tu cuerpito en mis brazos. Ya no me pertenecés.

Las frase maldita llegó: “... ya sos grande, toda una mujer...”. Aunque creo que las mujeres ya nacen mujeres. Y nosotros, los hombres, los padres no lo sabemos. O no queremos saberlo.
Qué loco que en la misma persona, yo pueda decirte hija mía y no mujer mía. Las niñas pueden pertenecer mientras no tienen tetas o hasta que les viene su primera menstruación. Es ahí, magnífico momento, en que las mujeres dejan de pertenecer a nadie. Ya son mujeres. Y quizá no lo sepan.

Pero qué pasa con nosotros, los padres, hombres al fin. Cómo se hace para metabolizar semejante realidad. Mi hijita, aquella con olor a biberón y patitas chiquitas, quedó blindada por esta mujer de olores diferentes, de mirada de mujer, de actitud de mujer.

Aunque nos cuentes aceptarlo, los padres no sabemos de hijas, y mucho menos de mujeres-hijas.

Mi hija ayer tenía algunos días, meses. Ayer, tan solo. Y hoy es una mujer. Para el mundo. Para su futuro. Para otro hombre, que nunca sabrá del significado de mis palabras.

Debo reconocer que este instante diminuto de universo, en el que se me escapó su trayecto a la adultez, en ella es un pedazo gigantesco de momentos, y de física-química, de dolor. De haber tenido que hacerse mujer sin este hombre al que su memoria emocional llamará por siempre papá. Aunque elija a su hombre sobre esta base.

Mi hija ayer tenía un añito y pico. Hoy ha crecido. Se hizo mujer.
Pero yo, su papá, me hice niño.

3 comments:

_+*+_ AFR _+*+_ said...

¡Qué ternura de palabras, amigo! También tengo una hija de más o menos su edad, pero vive con nosotros. ¿Conoce ella este sitio? al menos debieras hacerle llegar este post.

recuerdos said...

la ternura nunca pasa de moda, si eres capaz de sentir así, ten la seguridad que producirá lo mismo en quien lo recibe.

Anonymous said...

la ternura nunca pasa de moda, si puedes de sentir así, tu sentimiento se reflejará como en un espejo en el corazón del otro lo recibe.