Sunday, December 03, 2006

Código Rojo.




Un día, pasó algo sombrío.
El color rojo comenzó una aniquilante misión de asesinar a otros colores.
El azul fue su primera víctima. Culpóselo de infinito, de tranquilizante, de generar las más interminables miradas. Autmáticamente, el blanco fue otra presa. Justamente por asociarlo al azul en su infinitud. Por ser su socio. Y por ser padres del celeste. Que a la desaparición de los dos primeros, quedó huérfano de existencia.
El salvaje proceso cromático continuó su objetivo letal.
El verde fue otro blanco. El marrón fue enterrado para siempre. Al negro, con mentiras llenas, quedó encarcelado, en condición de cadena perpetua, en la ausencia.
Y así el amarillo fue apagado. El naranja desahuciado de su energía.
El violeta, violado y mansillado. El gris fue condenado por mediocre.
La policromía, devastada en un ritual pálido y brutal, fue teñida sólo de rojo. Diferentes rojos, sórdidos, comenzaron un danza monocromática e indescifrable.
Y así fue que hubo cielos rojos, campos rojos, mares y océanos rojos. Pero todo dejó de ser lo que era.
El cielo no puede ser rojo. El campo no puede ser rojo. Los mares y océanos no pueden ser rojos.
Un día, el rojo, que ya no era un color, pues era único, comenzó a llorar. Lágrimas rojas. Pero el rojo no pudo verlas, ya que eran invisibles ante su rostro también rojo.
Su vida fue triste. Y no sabía por qué. No podía ver nada. Estaba ciego de rojo. De todo rojo. Las cosas desaparecieron para fundirse en un rojo colosal, universal. No hubo estrellas, excepto algún planeta, rojo claro, pero que no podía verse, dadas las faltas de contrastes.
Rojo de tristeza y furia a la vez, una roja noche salió corriendo hacia un rojo y desconocido destino, tal fue la violencia de su sacudida carrera que se lastimó con unas alambradas rojas de un rojo campo, claro no pudo verlas. El rojo se hizo una herida muy profunda. De allí salían borbotones de sustancia roja. Pero el rojo sólo sintió el dolor punzante y ardiente, sin poder precisar en dónde estaba la herida, puesto que todo era monotónico e indiferenciable.
La desesperación fue inmensa al no poder ubicar el bermellón tajo. Así fue desangrándose. Así fue apagándose en su tono. Así murió.
En ese mismo instante, salió esplendoroso un arco iris. Todo volvió a la polícroma normalidad.
Como por arte de magia. Los colores volvieron a aparecer. Los universos y los paisajes renacieron en todo su colorido esplendor. Pero faltaba algo.
En una junta extraordinaria de los colores primarios (menos el rojo), se hizo un análisis exhaustivo de lo ocurrido. Y fueron sabios, generosos e indulgentes. Tanto, que determinaron, a pesar de la aniquiladora experiencia, que el rojo podía, debía, participar. Entre algunos de ellos, mezclándose con precisión, lo volvieron a la vida.
A sola condición de un castigo, que éste llevaría para siempre.Cuando se vea al rojo, todo el mundo pensará en peligro.

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